viernes, 9 de agosto de 2013

La fuente y mi Tía

El parque de la fuente, la única zona verde del sector, ubicado sobre la Calle Doce y saltando de cuadra en cuadra, siendo, más bien, un grupo de parquecitos con un parque central que le da el nombre. En ese parque, como ya lo esperarán, hay una fuente. No tiene agua, porque se volvió algo insalubre debido a los repetidos baños de los indigentes y la acumulación de basuras; también está llena de rayones de pintura, denominado arte callejero, que le da un toque con aires de realismo mágico pero sin la magia y mostrando una realidad demasiado específica, que a nadie más que al que escribe le importa. Pero esta fuente no es una fuente cualquiera, concede deseos. Sisisisisí, es en serio, y no tiene porque irse porque lo que les cuento es la verdad porque me pasó. Bueno, historias de fuentes que conceden deseos hay miles y deben existir desde que existen las mismas fuentes o pozos. Iba yo caminando por la acera del dichoso parque, dejando volar, en contra de mi voluntad, mi imaginación. Pensaba entonces cómo una moto podría arrancarme la cabeza y dejarla pintada en la pared, como si fuera otro grafitti, a causa de un perro sin correa que atravezara la calle cuando un conductor estuviera regañando a su hijo en el asiento trasero del carro, dejando de ver al frente por un instante. Cuando se diera cuenta del perro, frenaría súbitamente y esquivaría al can, girando la trompa del Renault noventa grados a la izquierda y chocando con un bus de transporte público. Segundos después del impacto y debido a la física, una señora de tamaño mayor del promedio saldría arrastrada por la inercia de ella, volando por todo el bus y atravezando el cristal que no había logrado pasar el mantenimiento, pero con unos cuantos billetes ya lo lograba. Pasó entonces la señora y estrelló a un motociclista que esquivaba de milagro el choque. Al tipo se lo llevó con ella la vieja pero la moto chocó con el Renault y saltó por sobre él en una voltereta mortal hacia adelante. Cuando cae en el suelo, rebotaría para volver a saltar con la fuerza suficiente para recorrer toda la distancia que separa al accidente de mi cabeza. Nada me salvaría porque no me habría dado cuenta que todo eso pasó por estar pensando en que eso podría pasar, pero dada la improbabilidad, no giraría mi cabeza ni en un millón de años. Giré mi cabeza...y no había nada. Ese es uno de los problemas de ser un paranóico, el no poder dormir bien. Pero como iba diciendo, camina por el parque cuando sonó mi celular. Como alguien que no duerme bien comienza a tener ciertas manías, yo no podía caminar, hablar por celular, pensar en cómo la antena del teléfono atraería una corriente de aire con nubes y un rayo me mataría de repente y comer chicle, me senté en el borde de la fuente, cercana para mi conviencia. Terminó mi llamada, boté el chicle, encendí un Pielroja con un fósforo, arrojé el fósforo a la fuente y me quedé un rato ahí. En ese momento, por un breve lapso de tiempo, mi mente dejó de pensar en las infinitas maneras de morir, que bien pondrían en ridículo a un buen estadista igual de imaginativo, y el deseo de que una de esas situaciones dejara mi mente y pasara en la realidad rondó por uno o dos minutos. Me acabé el cigarro y me dirigía la estación donde esperaba el bus. Me faltaban cincuenta pesos. ¿Alguno sabe qué es que a uno le falten cincuenta pesos para el bus, que no lo llevan a uno así le falte esa monedita; tener que irse a pie hasta la casa (como unas cincuenta cuadras), llegar y que le digan que se le murió a uno la tía en un accidente? Hecho estaba yo cuando me dijeron que la cuchita (que era toda buena persona, porque me compraba mis píldoras) la había cogido una antena de televisión satelital cerca de la Doce. La antena le cayó encima de la cabeza, matándola sin sufrir, decían en la casa. Nadie había ido entonces fuí yo, después de un regaño; lo que me dijeron los policías era que la antena había sido mal instalada y, como andaba floja, una cometa enredada la jaló y se cayó. ¿Cómo una pita de cometa podía ser jalada tan fuerte para botar la antena? Pues, es que no había sido solo eso. Yo tengo mi hipótesis y la comprobé a los poquitos días. Pasaba yo por el Parque de la Fuente, cuando vi que todo alrededor estaba chamuscado; eso, fue mi culpa. El fósforo debió haber encendido la basura de la fuente; por eso a uno le dicen que tengan cuidado con esas vainas, menos mal cuando llegaron los bomberos apagaron esa vaina. Bueno, en ese momento que pasaba, escuché a un indigente diciéndole a otro "Me robé ese estintor pero pailaas voyme caigo y se va esa mierda roando y le da aun man en cicla". Que coincidencia. Más abajo, un grupo de mamás, amas de casa, escuchaba como una con el cabello café y un delantal rojo relataba que por ir a salvar al niño que lo atropelló una bicicleta la olla express se recalentó por dejarla al fuego mucho tiempo. Cuando volvió, un hueco 'bien grandecito' estaba en el techo. "Dizque rompió hasta la teja". El grupo se disolvió al rato cuando vieron que las escuchaba. Seguí a la que hablaba sin que lo notara; cuando llegué a la fachada del apartamento, estaban haciendo reparaciones en el cableado eléctrico. Una teja, de aquellas que son una lata metálica ("de zín", decía mi abuelo) resbaló y cortó el cable, que andaba débil por falta de mantenimiento. Bonita cadena de eventos. Para rematar eso, se había enredado con un árbolito que crecía cerca, "bañado en agua bendita, porque no se incendió". Aún así, era agosto. Bueno, y ¿qué tiene que fuera agosto?, pues que en agosto ventéa más; cuando ventéa los niños sacan la cometa tipo "chulo" y tratan de volarla. Pues bueno, como los parques que forman el conjunto de zonas verdes del Parque "La Fuente" tenía buen espacio, ahí vuelan cometas. Uno de estos papalotes de tela se enredó con el árbol un poco antes que el cable. Tras muchos intentos infructuosos, la cometa terminó enredándose en la antena antes mencionada. El cable de electricidad se enredó, tensando el tronco del árbol para un lado; el viento sopló y movió el árbol aún más fuerte; el hilo de la cometa jaló la antena y mi tía murió sin dejarme para las pastas del otro mes. Qué demalas mi tía, pero no solo dije que había sido mi culpa por el fósforo y a esto va la historia de la fuente, por eso digo que es una hipótesis, al menos desde esta parte. Cuando fuí a coger el bus, me faltaban cincuenta pesos. Antes, había estado hablando por celular en el borde de la fuente. Momentos después fumé, y para ello saqué mi paquete de cigarrillos, momento en el cual, por bolsillos anchos y holgados, mi moneda de cincuenta pesos cayó en la fuente sin agua. Por mi mente pasó el deseo, de que mis fantasías mataran. Ay, esa fuente sí es mágica.

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