Por qué había un arrume de huesos en el centro de la plaza, era el tema de conversación en todos los almuerzos de los estudiantes durante esa semana. Cómo aparecieron, de dónde, de quién eran. Preguntas variadas que nadie respondía más allá de las bromas, de las historias sobre grupos armados de hace décadas y el esoterismo más cruento e imaginativo posible. Aún así, los huesos estuvieron allí y todos fueron testigos de ellos. Creo que eso pasó un jueves, después de semana santa, en el que en medio del suelo de ladrillos, aparecieron sin más, enterrados a medias, los huesos humanos de alguien. Y no eran huesos de mentira, eran huesos en todo lo posible de la palabra, bastante reales, blancos como el marfil (aún pasados los días, seguían igual de impecables) y colocados al azar por quien sabe quién.
Obviamente, las autoridades aparecieron sin la discreción necesaria y cercaron aquel pequeño trozo del lugar con cinta amarilla de peligro; por más que se le decía a todos que siguieran avanzando, la multitud impidió que se atravezara la plaza central de un lado a otro sin recibir un empujón. Todos querían ver, confirmar con certeza, que los huesos estaban ahí. Y lo consiguieron, ya no había nadie en el campus que no supiera por lo menos una de las historias alrededor de eso. Eso el primer día.
Al fin y al cabo, pasaron las semanas y aunque el tema aún era recurrente, ya no era novedoso, por lo que se dejó de lado poco a poco, quedando los huesos como un ícono más de la universidad; hasta que un grupo de trabajadores, contratados por la misma universidad, vino a retirar (con todo y suelo) la osamenta enterrada. Pero, lo que no veían venir, era que un grupo de intelectuales se reuniera rodeando los huesos e impidiera retirarlos de ahí. "Son los huesos del Ché, que se aparecieron ahí para inspirar la revolución estudiantil" pregonaban a gritos. Hubo quienes los apoyaron, hubo quien se burló de sus palabras hasta las lágrimas. Lo cierto es que, al final, los huesos desaparecieron como llegaron, llevándose la parte de cemento donde habían estado clavados. Ahora, solo queda un agujero.
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